Cuando nací, ¡qué triunfo!,
entendí que había sido capaz de ganar
a cien millones de hombres rana en celular.
Y había nivel, y trampas.
El segundo quería estudiar alemán,
pero volcó en las caderas de mamá.
Hoy voy a decirlo: ¡cómo me amo!
Y tú ya no puedes hacerme daño.
Soy un ser divino, ven a adorarme.
¡Qué buena suerte amarme tanto!
Luego crecí, ¡qué trauma!,
percibí que aquí fuera no había piedad,
yo no iba a ser el rey del mundo.
Algo más tarde, ya un hombre,
me juré no volver a olvidarlo jamás,
fui el ganador del gran circuito de Le Mans.
Hoy voy a decirlo: ¡cómo me amo!
Y tú ya no puedes hacerme daño.
Soy un ser divino, ven a adorarme.
¡Qué buena suerte amarme tanto!
Oh, el síndrome Universal,
la vida te sentó en un diván,
contando todo tipo de traumas.
Oh, podrías pensar un rato en él,
quería estudiar, recuerda como te empujaba.
Y quedó segundo, uuuhhh …
Hoy voy a decirlo: ¡cómo me amo!
Y tú ya no puedes hacerme daño.
Soy un ser divino, ven a adorarme.
¡Qué buena suerte amarme tanto!
Di no al pánico, sin pánico, sin pánico, no al pánico.
Edipo contra Electra,
narcisismo es lo que impera.
Qué simpático, simpático, carismático, simpático.
Edipo contra Electra,
tus complejos a la hoguera, ¡ya!
Como una escena del Viaje de Chihiro
con el Sin Cara dentro de un vagón
Guarda tu nombre ahora
no dejes que te quiten nada
Yo recorriendo mil sitios con la escoba
Yo reprimiendo las ganas de llorar
Si inteligente consiste en dependiente
Si deprimente significa normal
Yo regalaba mis fines de semana
Yo me gastaba todo en sonreir
Y aunque miraba mucho
Nunca llegue a entender las cosas
Yo resbalando por un acantilado
Yo vomitando en la puerta de un Hotel
Yo abandonando la crema en un abrazo
Yo respirando el día cada vez
Yo me tropiezo con algo inesperado
Que me mareo sin saber que hacer
Tu lo dijiste un día
te quiero pero no se bién por que
Yo respirando…
Yo respirando…
Yo respirando…
Yo respirando…
Yo respirando…
Yo respirando…
Yo respirando…
Yo respirando…
Como una escena del Viaje de Chihiro
con el Sin Cara dentro del vagón
Ya lo dijiste un día
te quiero pero no se bién por que
Disfruten la experiencia y recuerden el camino de vuelta
El es valencianista,pasa el día en el alambre que separa lo necesario de lo fundamental. Lo necesario es el trabajo, el enojoso trámite de atender a unos y a otros con la cabeza a varios kilómetros de distancia,instalada preferentemente en lo fundamental,en Mestalla. Lo necesario y lo fundamental son trampas del paisaje. Tretas que confirman el carácter vulnerable y frágil de un ser singular.Este tipo quisiera prescindir de ambas cosas,de lo necesario y de lo fundamental. Pero no logra desahacerse de ninguno de los lastres de pesado acero que lo mantienen atado al suelo. Despedirse de lo necesario es opositar a vivir bajo el puente, mientras que eludir lo fundamenal es perder de vista las coordenadas sentimentales y memoriosas que le permiten entender buena parte de sus pequeñas y mediocres obsesiones de ciudadano gris y postmoderno.
Cuando el llega a Mestalla una hora antes del VCF-Inter con el estómago en la boca se sorprende todavía de no ser capaz de frenar lo que siendo fundamental en su imaginario es sólo ficción absurda en realidad. Piensa todo eso asomado al balcón del graderío. Intenta poner las cosas en su sitio. "Es sólo fútbol" insiste. "Es sólo fútbol" repite para calmarse. Pero cuando el balón rueda nuestro hombre se convierte en un guiñapo de babas, lágrimas y sollozos. Visto desde fuera, su estampa es la de un pobre imbécil abducido por la mentira y la banalidad. Si al día siguiente le pusieran un video con sus reacciones, nuestro hombre sentiría la misma vergüenza ajena que cuando ve a esas niñas histéricas paralizadas por la emoción de verse delante de cualquier cretino que hace gorgoritos. El drama es que nuestro hombre lleva así 26 años. Y es consciente del mal que padece desde por lo menos hace 14. Ha intentado rehabilitarse varias veces sin éxito. Siempre recae. En días como el de ayer roza la lucidez y toma conciencia de que no puede seguir así pero el razonamiento impecable apenas dura hasta que termina el primer acto. La segunda parte es un sufrimiento tan real como carente de sentido. Una escenificación perfecta de la distancia que separa al hombre de hoy del superhombre de Nietzsche. Cuando acaba el partido nuestro hombre regresa a casa desencajado, roto, molido, extrañamente eufórico. No duerme nada y se levanta con la sorpresa de tener la voz ronca. No recuerda nada. O por el contrario lo recuerda todo. Pero es tal su vergüenza que prefiere pasar página. Sabe que no tiene remedio. Es un adicto. Y más pronto que tarde sufrirá una sobredosis a imagen y semejanza de las ya vaticinadas. Pero esta mañana, mientras lee la prensa y se reboza en el fango de su propia emoción, esa posibilidad apenas le inquieta. Estamos en cuartos de final, se dice feliz. Y eso, faltaría más, es lo FUNDAMENTAL.